He llegado a la conclusión de que no sé ni dónde me meto yo misma, acabamos los exámenes... y pronto vienen otros; y derrepente.. PÚM! me voy a Roma de viaje de fin de curso la semana que viene, cómo pasa el tiempo!!
Sé que me he perdido muchísisisisisimas entradas, pero os lo compensaré a partir de este viernes noche; cuándo pueda contestar comentarios y cotillear por el mundo bloggeril.
Además, tenía pensado volver a hacer otra entrada de La liga de los hombres extraordinarios... ya es hora no?!
Con esto de las prisas, no he tenido tiempo ni de dedicarle una mísera entrada a Japón, que lo está pasando muy mal estos días, y que sepáis que me siento verdaderamente culpable por no haberlo hecho ya.
Deseo mucha suerte a todos los japoneses, mi más sincero apoyo desde aquí.
Anyway, después de esta parrafada mierdosa que os habéis podido saltar perfectamente (dios, que pava más coñazo) os dejo un pequeño texto improvisado... -podéis obviar mi cara de gilipollas también, no os lo tendré en cuenta-.
Hubo un tiempo, que me sabía el número de escalones que tenía que subir para llegar a tu casa.
El número de cigarrillos que fumabas al día, el número de pie que gastabas.
Hubo un tiempo, que distinguía tu voz en formato alarido, en formato silbido y en formato ronquido.
Jugaba a que tu eras aquel chico popular y macarra que sentía un vacío en su interior que no podía llenar... hasta que aparecía yo, osea, la protagonista, y tú te quedabas flipado al ver esa cara de zombie por las mañanas y esas uñas tan mal cuidadas.
Más adelante, cuándo me encontraba en la cima de la fama con mi papel de protagonista, empecé a creerte un chico bueno; o quizá fui yo la que me volví más fría con el tiempo.
Escuché tu voz en formato grito, te cambiaste del Ducados al Malboro y en la punta de tu Adida se formaba un pequeño agujero.
Incomparable con aquel agujero que tenía en mi interior.
Y fueron pasaron los días, meses... me echaron de la cima, de el reparto, de la película...
¿Y ahora? Ahora me encuentro sin blanca, vagabundeando por las calles.
y que no se entere nadie.. pero de vez en cuando, suelo volver a el rincón de tus escaleras... para contarlas, por si las moscas.
Muackmuack,
BBC