miércoles, 14 de agosto de 2013

Yedra venenosa



No hay desierto más hermoso que tu cuerpo
La suavidad de tus largas extremidades agitándose y haciendo ángeles dorados en el almohadillado infinito.La hermosa duna de tu cintura que se balancea. El claro azul del cielo en tus ojos.
Los dromedarios excéntricos de orgullosas jorobas compiten sin esperanza contra tus tersas rodillas, y los abundantes rizos de tu pelo ahuyentan depredadoras cual tormenta de arena. 
Ya no hay nadie que te dañe, que te lastime o que te amenace. Nadie quiere ser rival desafiado por tu instinto de pitón. Nadie
No hace mucho tiempo, fuiste una flor entre hierbajos. Y en heladas temporadas, de madrugada, buscabas mi calor. La mejor fotosíntesis eran mis labios, y los tuyos para mí ola de calor dejándome tremendamente hipnotizado, (para el resto del calendario). Contábamos estrellas y alfombras mágicas y naves espaciales y globos de colores perdidos ya en la troposfera. No era fácil ser paciente con tus rabietas y tus impertinentes salidas de tono, y más de una vez me costó decirte adiós a pesar de ello... Pero el día que volví, ya me dí cuenta de que todo había cambiado.
Mis hazañas sobre mis aventuras en los otros confines te aburrían,mis elocuentes cumplidos acerca de tu cambiado aspecto fueron ignorados y pronto mis ofrendas de rubíes y zafiros carecieron de importancia. El sol del mediodía y la medianoche habían secado tu piel y el mapa por el que yo trazaba misterios y desenterraba tesoros en cada una de nuestras noches en vela. 
Miré ese iris celeste que siempre visualicé en llamas y que ahora, no era más que estalagmitas milenarias. 
¿Sequía de hielo? ¿te habías marchitado? 

Tu oasis se vació y finalmente se agrietó, o eso me dijeron. La cuestión es que yo ya no volví para soportar el proceso. 
Que no eras ya flor, sino yedra venenosa.
Que no olías, sino pinchabas
Y que sin embargo, no hay desierto más bonito que tu cuerpo..


Pero ahora eso qué más da.




bc.